lunes, 24 de enero de 2011

Sólo mi abuelo me entendía por Chus F. Lara

Siempre leo las cartas publicadas en las revistas, por lo general, siempre hay alguna que me gusta pero en el número 146 de 3sesenta, he encontrado una que me ha gustado especialmente. Creo que todos los que estamos en el mundo del surf nos veremos reflejados en lo que cuenta, unos habrán contado con su abuelo y a otros les tocará vivirlo en solitario pero, de lo que estoy seguro, es de que todos compartimos esa atracción por el mar, por verlo, por olerlo, por sentirlo, disfrutarlo al fin al cabo.

El autor es Chus F. Lara y la carta es esta:




Solo mi abuelo me entendía


Chus F. Lara
Xixon Asturies
Sólo mi abuelo me entendía cuando hablaba del mar. "La Mar", decíamos los dos. Los demás que estaban en la conversación nos solían mirar como pensando: "en qué chorradas pierden el tiempo estos dos...".
Del viejo lo entendían. Al fin y al cabo los viejos siempre pierden el tiempo, o más bien gastan o entretienen el poco que les queda y que ven que se les echa encima. (O eso solemos pensar) Pero de un chaval joven... De un chaval joven sólo podían pensar "este tío es un rarito".
Ninguno de ellos, de los que suelen estar en estas conversaciones familiares, entiende qué es lo que yo siento, lo que algunos sentimos, cuando estamos cerca del mar. Ninguno de ellos es capaz de alcanzar a entender por qué entramos al agua, incluso en diciembre y granizando, por qué decidimos ir pronto a la cama un sábado, después de consultar el WindGuru, para madrugar un domingo. Como tampoco entienden por qué podemos pasarnos horas sentados en un banco, con una cerveza y un par de amigos, mirando la mar.
Ellos suelen recordarme cada Navidad, o en los cumpleaños de algún pariente, que tengo que ahorrar para irme de viaje a Tarifa, que "allí hay unas olas cojonudas", me suelen decir. Los más faltones, con ganas de polémica, me recuerdan algún día en el que ellos pasaron por la playa y había unas olas enormes "y no había ni un surfista en el agua".
Mi abuelo trabajó desde los 14 años subido a una grúa en el Puerto y se retiró a los 65, con varios homenajes e incluso, como el recordaba con frecuencia, con un reloj tallado que siempre lucía para demostrar tantos años de servicios prestados y también con la piel de su cara marcada por el paso del tiempo y de muchos temporales y galernas, siempre golpeado por el salitre, sentado en primera línea de costa.
En sus ratos libres jugaba a las cartas con sus compañeros o se sentaba tranquilamente a pescar, para ver si le llevaba a la Chelo algo diferente para cenar. Con el tiempo y el paso de los años consiguió convencer a su nieto para llevarlo al Puerto, donde todos le conocían y le saludaban entre sonrisas, y le enseñó a pescar, allí mismo, en el Puerto. Durante la semana a la sombra de la grúa en la que tantas horas echó y en los pedreros de Playa España, durante los fines de semana de verano.
Mi abuelo se pasó años mirando cada día la mar. Viéndola cambiar y viéndola siempre igual.
Por eso, sólo mi abuelo me entendía cuando hablaba de la mar

1 comentario:

  1. Entrañable y en el clavo ( lo de Tarifa y los días de mucho mar sin nadie en el agua seguro que nos suena a muchos )

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